Te invitamos a rezar la novena, cada día 10 para concluir cada día 18, así poder entregar nuestro capital de gracias a la Santísima Virgen agradeciéndole cada gesto y cada acto que junto ella llevamos a cabo cada día.

viernes, 8 de octubre de 2010

Introducción


NOVENA EN HONOR
DE LA MADRE REINA Y VICTORIOSA
TRES VECES ADMIRABLE
DE SCHOENSTATT

Hermana M. Gunthildis Kley


Tienes un problema muy grande y por lo tanto has decidido
acudir a nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable
de Schoenstatt a través de una novena. Tal vez ya te hayas
arrodillado alguna vez en el santuario o ermita de Schoenstatt,
o habrás hecho una peregrinación a este lugar el día 18 de
algún mes. Ese día se celebra en Schoenstatt el “Día de Alianza”,
el día en que renovamos la alianza de amor hecha por la
generación fundadora de Schoenstatt con la Madre de Dios.
En el día de la alianza verás escritas en el frente del altar estas
palabras:

NADA SIN TI
(Madre, Reina y Victoriosa
Tres Veces Admirable de Schoenstatt)
NADA SIN NOSOTROS

La primera parte de esta frase nos recuerda que a Madre de
Dios es la Mediadora Universal de todas las gracias. Todo
obsequio Divino nos llega por manos de María, nuestra Madre.
La última frase, “Nada sin nosotros”, nos hace prometerle a la
Virgen bendita que estamos dispuestos a poner algo de nuestra
parte, puesto que Ella espera nuestra cooperación.

Lo que tú quieres recibir de la Madre de Dios en tu
situación actual lo tienes bien claro. Lo que tendrás que hacer
durante los días próximos, la novena te lo dirá. Esta novena
no es tan sólo una oración que haz de decir. La idea de la
novena es más bien ayudarte en la aplicación de estos ideales
a tu vida diaria. La Virgen María te llevará de la mano, si así
se lo pides: Ella expone su propia vida delante de ti para que
puedas seguir su ejemplo.
Haz la prueba... y ten confianza. Nuestra Madre, Reina y
Victoriosa Tres veces Admirable de Schoenstatt
contestará tus plegarias.

Padre Kentenich nos dice

VENGO A TU SANTUARIO!!!
Querida Madre y Reina:
Vengo a tu Santuario a buscar el silencio que afuera en el mundo lleno de ruidos , no es facil encontrar.
En mi ambiente muchas veces se vive la intranquilidad y en mi familia no siempre se vive la alegría, por eso a veces la vida se me hace dificil.
Hoy junto a Ti, quiero encontrar la paz; quisiera silenciar mi corazón ya que muchas veces no puedo rezar porque mi alma no puede descansar en Ti.
Ahora no sé que decirte pues mi corazón está lleno de tantas cosas deseo renovarme interiormente en tu presencia, aquí ante tu trono, ante tu Hijo vivo y presente en el Sagrario.
Con mucha esperanza he venido a tu Santuario, quisiera quedarme aquí espiritualmente para siempre y recibir con el corazón abierto todo lo que tú me tienes preparado.
Madre, al mirar tu imagen, descubro que tu me miras como si hubieras estado esperándome.
Yo sé que quieres ser mi madre; Cristo tu Hijo te dio esta gran misión desde la cruz cuando dijo a Juan: "He aquí a tu Madre".
Y Tú me aceptas tal cual soy; con todo lo que me preocupa y alegra, con mis deseos y necesidades, con mis talentos y miserias y en tu corazón encuentro hogar, seguridad y paz. Allí me siento cobijado.
Madre, escribe mi nombre en tu corazón y no lo borres jamás; desde allí enséñame el arte de descubrir el amor Misericordioso del Padre en todas las circunstancias de mi vida.
Edúcame para que siempre pueda dar un sí dispuesto a la voluntad de Dios. Transforma mi pequeño corazón, dame la fortaleza en el dolor, paciencia y valor en las adversidades de la vida y dame la gracia que me impulse a colaborar en la construcción del Reino de Dios en mi ambiente.
Por eso hoy me entrego a Ti: Oh Señora mía. Oh Madre mía, yo me ofrezco todo a Ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día: mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser; ya que soy todo tuyo oh Madre de bondad, guárdame, defiéndeme y utilízame como instrumento y posesión tuya.
Amén.
Escrita por el Padre José Kentenich

Plegaria Preparatoria




(Para decirse cada día de la novena)

Querida Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt; vengo a Ti con ilimitada confianza a implorar tu
ayuda para obtener de Dios lo que humildemente pido.
Tu Hijo Divino te entregó a mí como madre. Sus palabras
“He ahí a tu Madre” me las dijo también a mí, y a ti te dijo
“He ahí a tu hijo” (Juan 19, 26-27), una unión eterna.
¡Heme aquí pues, tu hijo, arrodillado a tus pies!
¡Qué consuelo tenerte como Madre!
Por lo tanto acudo a Ti en mi angustia. Recurro a Ti,
Madre,Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt,
sabiendo que todos tus hijos que han acudido a Ti
han recibido tu protección y ayuda.
Tú misma has llevado a cuesta grandes penas.
Como Madre dolorosa permaneciste al pie de la cruz.
Ahora que vengo a Ti con mi dolor,
¿despreciarás esta humilde y angustiosa súplica?
¡No, nunca!
Tú eres la salud de los enfermos, el consuelo de los afligidos,
el auxilio de los cristianos. Me llena de consuelo especial, el
hecho de que Tú eres Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces
Admirable de Schoenstatt, un título de honor que quiere decir
simplemente que eres maravillosa en todo momento y lugar.
Obtén para mí, de tu Hijo Divino,
la respuesta a mi plegaria… (dila aquí en silencio)
y yo repetiré tu Magnificat (Lucas 1, 46-55)
y pregonaré la misericordia de Nuestro Señor
por toda la eternidad.
Amén.

Magnificat

Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de gozo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las
generaciones, porque ha hecho en mí cosas
grandes el que todo lo puede.
Santo es su nombre,
y su misericordia llega de generación
en generación, a los que le temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo,
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados,
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes,
y a los ricos despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia,
auxilió a Israel, su siervo, como lo había
prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia para siempre.
Amén.

Primer día: "DIOS SALUDA A MARÍA"






“El ángel del Señor anunció a María,
y Ella concibió por obra del Espíritu Santo”
(Lucas 1, 28-38)

A través de los siglos las campanas de las iglesias y capillas
han proclamado en voz alta este misterio. Tres veces al día
recuerdan el principio de la redención.
Medita un momento sobre la Anunciación. ¡Cuánta luz ha de
haber rodeado a la Santísima Virgen! ¡Qué gran misterio confió
el Señor a su cuidado! La venida del Mesías se acercaba y
aquella humilde doncella llegaría a ser su Madre. ¡Qué profunda
emoción debe haber embargado a María cuando oyó lo
increíble: que el Hijo de Dios quería hacerse hombre!
Sin embargo, ¿este hecho no solo trajo alegría y felicidad a la
Virgen María? Es claro que no, pues bien se sabe que la hora
aguardada por tan largo tiempo traía además una profecía de
mucha esperanza y sufrimiento. Seguramente en el momento
de la Anunciación, la Virgen Santísima no conocía a detalle
todos los acontecimientos que se disponía a aceptar. Por otro
lado, Ella estaba familiarizada con las Escrituras, especialmente
los pasajes referentes al Mesías quien a pesar del precio de
extremo dolor y sufrimiento, quería redimir a un mundo tan
profundamente sumergido en la culpa y el pecado. Entonces,
¿no tendría también su Santísima Madre que prepararse para
vivir un mar de sufrimientos?
El ángel del Señor anunció a María: alégrate, llena de
gracia, el señor está contigo (Lucas 1, 28) Dios saluda a
María Santísima.
¿Dios nunca te ha enviado un ángel que te salude y te entregue
un mensaje? Entonces, ¿quién te entrega esos mensajes? Tal
vez sea el cartero quien trae noticias que pueden destruir tus
sueños y tu felicidad. Noticias de que algunos de tus semejantes
te calumnian y manchan tu honor, noticias de que has perdido
tu casa y todas tus posesiones, o de que tus acreedores te
amenazan con una demanda. Tal vez te han llegado noticias
del fallecimiento o de la grave enfermedad de un ser querido,
o esperas con ansia oír cómo sigue el enfermo. Tal vez los
problemas que te hacen la vida pesada no son sólo externos
sino también internos.
¡Ah! no digas que Dios nunca te manda un mensajero o un
mensaje. ¡Calla! arrodíllate silenciosamente frente al Señor, tu
Dios, como la Virgen María se arrodilló ante el ángel, y reflexiona.
Para aquellos que aman a Dios, nada es imposible. ¿Acaso tu
cruz, cualquiera que ésta sea, no es un saludo de Dios,
un mensaje del Padre celestial para ti, su Hijo? ¿No es esto
como si un ángel mensajero se presentara delante de ti? Él
espera también tu consentimiento. Tal como lo hizo la Virgen
María, Él espera también tu consentimiento.
Tu sufrimiento tiene un profundo significado. Desde que Cristo
murió en el Gólgota, Él permite que aquellas personas a quienes
Él ama participen en su muerte, para que también se hagan
partícipes de su gloria. Junto con Cristo debemos sufrir por tu
propia redención y la de los demás.
Inclina tu cabeza bajo la mano de Dios. Cree ciegamente que
es Dios quien te saluda en tu dolor y que este saludo es un
mensaje del cielo. Cree firmemente que ahora, más que nunca,
estás cerca de Dios, y confía plenamente en que Él te escuchará
a través de la intercesión de la Virgen María, Madre Reina y
Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt .

Plegaria

Madre Santísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, puesto que Tú has caminado en la oscuridad de
la fe ciega, sometida en todo tiempo a la voluntad del
Todopoderoso, ayúdame en mi cruz y mi calvario a encontrar
el amor de mi Padre Celestial. Intercede por mí para que Dios
me escuche y si mi súplica tiene cabida en Su Plan Divino,
concédeme lo que te pido… (menciónalo en silencio). Amén.

Ejercicio

Pon atención cuidadosa a todo lo que pasa a tu alrededor y
tómalo como un saludo de Dios.

Segundo día: RESPUESTA DE MARÍA AL MENSAJE DEL ANGEL



“He aquí a la sierva del Señor,
hágase en mi según tu palabra”
(Lucas 1, 37-38)

¿Acaso fue fácil para María dar esa respuesta?
¿O acaso respondió precipitadamente, casualmente
o sin reflexionar como nosotros lo hacemos cuandorezamos el Ángelus?
María indudablemente estaba atemorizada ante lo que vio y oyó;
atemorizada por el ángel, atemorizada seguramente ante
la tarea sin precedente que Dios le asignaba, puesto que Ella
tan sólo deseaba permanecer virgen y ahora esto sería diferente.
Pero no había mucho tiempo para reflexionar. La decisión tenía
que ser rápida. El ángel permaneció allí esperando la respuesta
que determinaría los futuros planes divinos. Era la respuesta
de la que dependía la redención de todo el mundo. María
nunca se revistió de falsa humildad pretendiendo no poder
hacerlo. Nunca luchó con el ángel como lo hizo Moisés cuando
el Señor le ordenó ir ante el faraón y realizar actos milagrosos
para que éste permitiera partir a los hijos de Israel. Moisés,
titubeante, respondió: “Yo soy torpe para expresarme,
permite que Aarón hable por mí” (Éxodo 4, 10).
María Santísima actuó de otra manera. Cuando el ángel le
reveló que Ella podía llegar a ser Madre de Dios sin perder su
virginidad, María no titubeó ni por un momento. Con una
simplicidad de niño y depositando en el Padre toda su confianza,
pronunció estas palabras: “He aquí la sierva del Señor,
hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 37-38).
Ahora dime, ¿cuál es tu respuesta ante el dolor que te agobia?
¿Cómo vas a contestar al mensaje de tu Padre Celestial?
Seguramente estarás pensando: ¿Cómo voy a poder contestar
positivamente a las injusticias, a perder mi honor, mi hogar y
mis posesiones? ¿Acaso hay quien pueda aceptar fácilmente
la pérdida de sus seres queridos, o el tormento de alguna
enfermedad que amenaza su propia existencia?
¡Piénsalo detenidamente! Tu dolor, por profundo que sea, lo
permite el amor paternal de Dios. Su mirada está continuamente
puesta en ti. Él tan sólo te desea el bien. Quiere que te acerques
a Él. ¡Esto lo debes creer con todo tu corazón!
Aún cuando Él permite que vivas con una carga moral seria y
humillante, lo hace para tu beneficio. Recuerda que, como dijo
San Pablo: “Todas las cosas cooperan para el bien de
los que aman a Dios” (Romanos 8, 28). Todo lo que
necesitas es admitir con humildad tu miseria y elevar
incesantemente tu corazón con tus plegarias a Él. Ofrécele
toda tu voluntad y haz el propósito de aceptar, cuando menos
el día de hoy, esa pesada cruz que cargas sobre tus hombros.
Dios es Padre, Dios es bueno.
Bueno es todo lo que Él hace.
Cuando todo parezca sin sentido o sin razón, repite con
humildad, junto con María: “He aquí la sierva del señor,
hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 37-38).
¡Sí Padre Celestial, hágase siempre tu voluntad,
ya sea que me traiga dolor, pena o alegría!

Plegaria

Madre Santísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, obtén para mí la gracia de pronunciar un sincero,
humilde y resignado “sí” en mi gran sufrimiento.
Enséñame a inclinar la cabeza bajo la mano de Dios, consciente
de las palabras:
Confía en el Señor
como tu Madre Celestial te enseña,
cuanto más confíes en el Señor,
Él será más bondadoso contigo. Amén.

Ejercicio

Hoy pronuncia un “sí” de corazón a todo acontecimiento
imprevisto que te suceda.

Tercer día: EL ESPÍRITU SANTO ALABA A MARÍA POR MEDIO DE ISABEL


“Bendita seas tú, porque has creído”
(Lucas 1, 45)

En el primer día de esta novena aceptaste tu sufrimiento como
un mensaje del padre. En el segundo día trataste de someterte
a Dios, tu Padre Celestial como un niño.
Con María la bendita Madre de Dios, le has dado tu “sí”, con
la ciega confianza de que la voluntad de tu Padre ha planeado
nada menos que lo mejor para ti, 
aun cuando Él te mandepenas amargas.
Hoy presenciamos el encuentro bendito entre María e Isabel.
Nos maravillamos ante las palabras inspiradas por el espíritu
Santo que pronunció Isabel: “¿Y cómo es que he merecido
que la madre de mi Dios venga a mí? Y bendita seas
tú que has creído…” (Lucas 1, 43, 45).
¿Qué fue lo que creyó María? Creyó en el poder supremo de
Dios y nunca dudó que para lograr sus planes Él puede, incluso,
romper las reglas de la naturaleza. Realmente Él había hecho
cosas grandes e incomprensibles en María. Ella podía cargar
al Hijo de Dios bajo su corazón y llegar a ser madre sin perder
la virginidad. ¡Sí, bendita eres tú, porque has creído!
Recuerda que estas palabras inspiradas por el Espíritu Santo,
en labios de Isabel, fueron pronunciadas también para ti, sí
como María, tú también crees. El buen Dios es todopoderoso,
y está dispuesto, a petición de María, a ayudarte, si es para tu
salvación, aun sí se requiere un milagro. ¿Acaso no es ésta una
estrella de esperanza?
Que María sea tu Madre es un hecho maravilloso. Uno de sus
más hermosos privilegios de madre consiste en obtener favores
de Dios para ti. “ La Virgen María ha hecho el milagro”, ha sido
escrito miles de veces en los santuarios y basílicas de nuestra
Santísima Madre, la “Salud de los enfermos”, el “Consuelo de
los que sufren”, la “Abogada de los cristianos”.
¿Acaso no todos los Santuarios de la Madre de Dios son
testimonio de su maravilloso y grande amor maternal? ¿Acaso
no son prueba viviente de su poder? María puede, desea hacerlo
y obtendrá milagros para ti. El número de milagros obtenidos
por su intercesión es incalculable. El mismo Cristo nos exhorta
a creer fuertemente en la ayuda milagrosa de Dios cuando nos
dice: “Tengan fe en Dios. Ciertamente yo les digo que
cualquiera que diga a esa montaña: levántate y arrójate
al mar, sin dudar y creyendo firmemente en lo que
diga, lo conseguirá. Por lo tanto, yo les digo que crean
que recibirán todo lo que pidan en la oración, y les
será concedido” (Marcos 11, 22-25).
Bendito eres tú si tienes fe en Dios; por intercesión de María
te concederá lo que pidas, siempre que sea para tu bien, o te
dará fuerzas para cargar tu cruz si acaso Él, en su misericordia
infinita decide que no es para tu bien y no te lo concede.

Oración

En tu poder y en tu bondad
fundo mi vida.
En ellos espero confiando
como niño.
Madre Admirable,
en ti y en tu Hijo
en toda circunstancia
creo y confío ciegamente. Amén.

Ejercicio

Practica la confianza de un niño todo el día.


Cuarto día: RESPUESTA JUBILOSA DE MARÍA EN EL MAGNIFICAT


“Proclama mi alma las grandezas del Señor
y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”
(Lucas 1, 46-47)

¿Qué tiene que ver el himno de alabanza de María con tu
novena, y el grito suplicante de tu corazón en busca de una
respuesta a tu gran súplica? Ciertamente tú te entregarás en
un fervoroso Magnificat tan pronto obtengas lo que haz
pedido, pero ¿ahora? no, es mucho pedir. ¿Así piensas?
Con el corazón henchido de alegría María proclamó las grandes
obras de Dios. Ella no pensaba que era la predilecta de Dios.
Su alegría se desbordaba al mundo entero, cuya redención
había llegado. “Él ha exaltado a los humildes… Ha
saciado a los hambrientos con buenas cosas”
(Lucas 1, 50). Ella estaba jubilosa por el bien que vendría a
otros.
También en la vida práctica, María revelaba plenamente una
actitud de sensibilidad para ayudar a los necesitados.
Tan pronto como el milagro de los milagros sucedió y el Hijo
de Dios se hizo hombre en su vientre, Ella no permaneció
recluida para adorar al Dios de su corazón, al niño de su vientre,
sino que rápidamente se fué a casa de Isabel, donde puso
manos a la obra.
¡De qué forma tan humana se reveló la Santísima Virgen! Fue allí,
al servicio de otra persona, que cantó su glorioso Magnificat.
Tú te acercas ahora con una gran súplica. Tal vez estés
decepcionado de Dios y de los hombres, o te encuentras
atormentado por un profundo conflicto interno. O tal vez haya
muchos obstáculos frente a ti. ¿Cómo vas a tener tiempo de
preocuparte por alguien más? Tienes bastantes problemas
propios, demasiadas preocupaciones. Nadie se va a ocupar de
resolver tus problemas. ¿No es ésta tu manera de pensar? Tal
vez en ocasiones te has indignado, entristecido, encelado, o
has envidiado la buena fortuna de otros y ahora te encuentras
enojado con tu Dios.
Tal vez la Santísima Virgen te pueda dar alguna enseñanza en
su Magnificat ¿Acaso no te habla de servir y ayudar
desinteresadamente? ¿Por qué no tratar, a pesar de tus propias
penas y preocupaciones, de llevar un poquito de felicidad a
otros y de ser verdaderamente amable y caritativo con la mirada,
con palabras y con hechos? Pide por los demás. Haciendo esto
pronto descubrirás profunda felicidad en medio de tu sufrimiento,
tal como lo ha escrito San Pablo: “Yo reboso de alegría en
mis tribulaciones” (II Corintios 7, 4)

Oración

Madre Santísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, tú has cantado tu Magnificat porque el Señor
te eligió como Madre, y porque por medio de tu maternidad
te convertiste en sierva de todos. Obtén para mí la gracia de
cargar mi sufrimiento con alegría y de servir siempre a otros
con la esperanza de que Dios me conceda mi petición a través
de tu poderosa intercesión, ¡Oh Madre, Reina y Victoriosa Tres
Veces Admirable de Schoenstatt!
Amén.

Ejercicio

Trata de ser alegre y amigable en tu trabajo hoy. Usa todas las
oportunidades para servir a otros.