Te invitamos a rezar la novena, cada día 10 para concluir cada día 18, así poder entregar nuestro capital de gracias a la Santísima Virgen agradeciéndole cada gesto y cada acto que junto ella llevamos a cabo cada día.

viernes, 8 de octubre de 2010

Introducción


NOVENA EN HONOR
DE LA MADRE REINA Y VICTORIOSA
TRES VECES ADMIRABLE
DE SCHOENSTATT

Hermana M. Gunthildis Kley


Tienes un problema muy grande y por lo tanto has decidido
acudir a nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable
de Schoenstatt a través de una novena. Tal vez ya te hayas
arrodillado alguna vez en el santuario o ermita de Schoenstatt,
o habrás hecho una peregrinación a este lugar el día 18 de
algún mes. Ese día se celebra en Schoenstatt el “Día de Alianza”,
el día en que renovamos la alianza de amor hecha por la
generación fundadora de Schoenstatt con la Madre de Dios.
En el día de la alianza verás escritas en el frente del altar estas
palabras:

NADA SIN TI
(Madre, Reina y Victoriosa
Tres Veces Admirable de Schoenstatt)
NADA SIN NOSOTROS

La primera parte de esta frase nos recuerda que a Madre de
Dios es la Mediadora Universal de todas las gracias. Todo
obsequio Divino nos llega por manos de María, nuestra Madre.
La última frase, “Nada sin nosotros”, nos hace prometerle a la
Virgen bendita que estamos dispuestos a poner algo de nuestra
parte, puesto que Ella espera nuestra cooperación.

Lo que tú quieres recibir de la Madre de Dios en tu
situación actual lo tienes bien claro. Lo que tendrás que hacer
durante los días próximos, la novena te lo dirá. Esta novena
no es tan sólo una oración que haz de decir. La idea de la
novena es más bien ayudarte en la aplicación de estos ideales
a tu vida diaria. La Virgen María te llevará de la mano, si así
se lo pides: Ella expone su propia vida delante de ti para que
puedas seguir su ejemplo.
Haz la prueba... y ten confianza. Nuestra Madre, Reina y
Victoriosa Tres veces Admirable de Schoenstatt
contestará tus plegarias.

Padre Kentenich nos dice

VENGO A TU SANTUARIO!!!
Querida Madre y Reina:
Vengo a tu Santuario a buscar el silencio que afuera en el mundo lleno de ruidos , no es facil encontrar.
En mi ambiente muchas veces se vive la intranquilidad y en mi familia no siempre se vive la alegría, por eso a veces la vida se me hace dificil.
Hoy junto a Ti, quiero encontrar la paz; quisiera silenciar mi corazón ya que muchas veces no puedo rezar porque mi alma no puede descansar en Ti.
Ahora no sé que decirte pues mi corazón está lleno de tantas cosas deseo renovarme interiormente en tu presencia, aquí ante tu trono, ante tu Hijo vivo y presente en el Sagrario.
Con mucha esperanza he venido a tu Santuario, quisiera quedarme aquí espiritualmente para siempre y recibir con el corazón abierto todo lo que tú me tienes preparado.
Madre, al mirar tu imagen, descubro que tu me miras como si hubieras estado esperándome.
Yo sé que quieres ser mi madre; Cristo tu Hijo te dio esta gran misión desde la cruz cuando dijo a Juan: "He aquí a tu Madre".
Y Tú me aceptas tal cual soy; con todo lo que me preocupa y alegra, con mis deseos y necesidades, con mis talentos y miserias y en tu corazón encuentro hogar, seguridad y paz. Allí me siento cobijado.
Madre, escribe mi nombre en tu corazón y no lo borres jamás; desde allí enséñame el arte de descubrir el amor Misericordioso del Padre en todas las circunstancias de mi vida.
Edúcame para que siempre pueda dar un sí dispuesto a la voluntad de Dios. Transforma mi pequeño corazón, dame la fortaleza en el dolor, paciencia y valor en las adversidades de la vida y dame la gracia que me impulse a colaborar en la construcción del Reino de Dios en mi ambiente.
Por eso hoy me entrego a Ti: Oh Señora mía. Oh Madre mía, yo me ofrezco todo a Ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día: mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser; ya que soy todo tuyo oh Madre de bondad, guárdame, defiéndeme y utilízame como instrumento y posesión tuya.
Amén.
Escrita por el Padre José Kentenich

Plegaria Preparatoria




(Para decirse cada día de la novena)

Querida Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt; vengo a Ti con ilimitada confianza a implorar tu
ayuda para obtener de Dios lo que humildemente pido.
Tu Hijo Divino te entregó a mí como madre. Sus palabras
“He ahí a tu Madre” me las dijo también a mí, y a ti te dijo
“He ahí a tu hijo” (Juan 19, 26-27), una unión eterna.
¡Heme aquí pues, tu hijo, arrodillado a tus pies!
¡Qué consuelo tenerte como Madre!
Por lo tanto acudo a Ti en mi angustia. Recurro a Ti,
Madre,Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt,
sabiendo que todos tus hijos que han acudido a Ti
han recibido tu protección y ayuda.
Tú misma has llevado a cuesta grandes penas.
Como Madre dolorosa permaneciste al pie de la cruz.
Ahora que vengo a Ti con mi dolor,
¿despreciarás esta humilde y angustiosa súplica?
¡No, nunca!
Tú eres la salud de los enfermos, el consuelo de los afligidos,
el auxilio de los cristianos. Me llena de consuelo especial, el
hecho de que Tú eres Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces
Admirable de Schoenstatt, un título de honor que quiere decir
simplemente que eres maravillosa en todo momento y lugar.
Obtén para mí, de tu Hijo Divino,
la respuesta a mi plegaria… (dila aquí en silencio)
y yo repetiré tu Magnificat (Lucas 1, 46-55)
y pregonaré la misericordia de Nuestro Señor
por toda la eternidad.
Amén.

Magnificat

Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de gozo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las
generaciones, porque ha hecho en mí cosas
grandes el que todo lo puede.
Santo es su nombre,
y su misericordia llega de generación
en generación, a los que le temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo,
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados,
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes,
y a los ricos despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia,
auxilió a Israel, su siervo, como lo había
prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia para siempre.
Amén.

Primer día: "DIOS SALUDA A MARÍA"






“El ángel del Señor anunció a María,
y Ella concibió por obra del Espíritu Santo”
(Lucas 1, 28-38)

A través de los siglos las campanas de las iglesias y capillas
han proclamado en voz alta este misterio. Tres veces al día
recuerdan el principio de la redención.
Medita un momento sobre la Anunciación. ¡Cuánta luz ha de
haber rodeado a la Santísima Virgen! ¡Qué gran misterio confió
el Señor a su cuidado! La venida del Mesías se acercaba y
aquella humilde doncella llegaría a ser su Madre. ¡Qué profunda
emoción debe haber embargado a María cuando oyó lo
increíble: que el Hijo de Dios quería hacerse hombre!
Sin embargo, ¿este hecho no solo trajo alegría y felicidad a la
Virgen María? Es claro que no, pues bien se sabe que la hora
aguardada por tan largo tiempo traía además una profecía de
mucha esperanza y sufrimiento. Seguramente en el momento
de la Anunciación, la Virgen Santísima no conocía a detalle
todos los acontecimientos que se disponía a aceptar. Por otro
lado, Ella estaba familiarizada con las Escrituras, especialmente
los pasajes referentes al Mesías quien a pesar del precio de
extremo dolor y sufrimiento, quería redimir a un mundo tan
profundamente sumergido en la culpa y el pecado. Entonces,
¿no tendría también su Santísima Madre que prepararse para
vivir un mar de sufrimientos?
El ángel del Señor anunció a María: alégrate, llena de
gracia, el señor está contigo (Lucas 1, 28) Dios saluda a
María Santísima.
¿Dios nunca te ha enviado un ángel que te salude y te entregue
un mensaje? Entonces, ¿quién te entrega esos mensajes? Tal
vez sea el cartero quien trae noticias que pueden destruir tus
sueños y tu felicidad. Noticias de que algunos de tus semejantes
te calumnian y manchan tu honor, noticias de que has perdido
tu casa y todas tus posesiones, o de que tus acreedores te
amenazan con una demanda. Tal vez te han llegado noticias
del fallecimiento o de la grave enfermedad de un ser querido,
o esperas con ansia oír cómo sigue el enfermo. Tal vez los
problemas que te hacen la vida pesada no son sólo externos
sino también internos.
¡Ah! no digas que Dios nunca te manda un mensajero o un
mensaje. ¡Calla! arrodíllate silenciosamente frente al Señor, tu
Dios, como la Virgen María se arrodilló ante el ángel, y reflexiona.
Para aquellos que aman a Dios, nada es imposible. ¿Acaso tu
cruz, cualquiera que ésta sea, no es un saludo de Dios,
un mensaje del Padre celestial para ti, su Hijo? ¿No es esto
como si un ángel mensajero se presentara delante de ti? Él
espera también tu consentimiento. Tal como lo hizo la Virgen
María, Él espera también tu consentimiento.
Tu sufrimiento tiene un profundo significado. Desde que Cristo
murió en el Gólgota, Él permite que aquellas personas a quienes
Él ama participen en su muerte, para que también se hagan
partícipes de su gloria. Junto con Cristo debemos sufrir por tu
propia redención y la de los demás.
Inclina tu cabeza bajo la mano de Dios. Cree ciegamente que
es Dios quien te saluda en tu dolor y que este saludo es un
mensaje del cielo. Cree firmemente que ahora, más que nunca,
estás cerca de Dios, y confía plenamente en que Él te escuchará
a través de la intercesión de la Virgen María, Madre Reina y
Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt .

Plegaria

Madre Santísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, puesto que Tú has caminado en la oscuridad de
la fe ciega, sometida en todo tiempo a la voluntad del
Todopoderoso, ayúdame en mi cruz y mi calvario a encontrar
el amor de mi Padre Celestial. Intercede por mí para que Dios
me escuche y si mi súplica tiene cabida en Su Plan Divino,
concédeme lo que te pido… (menciónalo en silencio). Amén.

Ejercicio

Pon atención cuidadosa a todo lo que pasa a tu alrededor y
tómalo como un saludo de Dios.

Segundo día: RESPUESTA DE MARÍA AL MENSAJE DEL ANGEL



“He aquí a la sierva del Señor,
hágase en mi según tu palabra”
(Lucas 1, 37-38)

¿Acaso fue fácil para María dar esa respuesta?
¿O acaso respondió precipitadamente, casualmente
o sin reflexionar como nosotros lo hacemos cuandorezamos el Ángelus?
María indudablemente estaba atemorizada ante lo que vio y oyó;
atemorizada por el ángel, atemorizada seguramente ante
la tarea sin precedente que Dios le asignaba, puesto que Ella
tan sólo deseaba permanecer virgen y ahora esto sería diferente.
Pero no había mucho tiempo para reflexionar. La decisión tenía
que ser rápida. El ángel permaneció allí esperando la respuesta
que determinaría los futuros planes divinos. Era la respuesta
de la que dependía la redención de todo el mundo. María
nunca se revistió de falsa humildad pretendiendo no poder
hacerlo. Nunca luchó con el ángel como lo hizo Moisés cuando
el Señor le ordenó ir ante el faraón y realizar actos milagrosos
para que éste permitiera partir a los hijos de Israel. Moisés,
titubeante, respondió: “Yo soy torpe para expresarme,
permite que Aarón hable por mí” (Éxodo 4, 10).
María Santísima actuó de otra manera. Cuando el ángel le
reveló que Ella podía llegar a ser Madre de Dios sin perder su
virginidad, María no titubeó ni por un momento. Con una
simplicidad de niño y depositando en el Padre toda su confianza,
pronunció estas palabras: “He aquí la sierva del Señor,
hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 37-38).
Ahora dime, ¿cuál es tu respuesta ante el dolor que te agobia?
¿Cómo vas a contestar al mensaje de tu Padre Celestial?
Seguramente estarás pensando: ¿Cómo voy a poder contestar
positivamente a las injusticias, a perder mi honor, mi hogar y
mis posesiones? ¿Acaso hay quien pueda aceptar fácilmente
la pérdida de sus seres queridos, o el tormento de alguna
enfermedad que amenaza su propia existencia?
¡Piénsalo detenidamente! Tu dolor, por profundo que sea, lo
permite el amor paternal de Dios. Su mirada está continuamente
puesta en ti. Él tan sólo te desea el bien. Quiere que te acerques
a Él. ¡Esto lo debes creer con todo tu corazón!
Aún cuando Él permite que vivas con una carga moral seria y
humillante, lo hace para tu beneficio. Recuerda que, como dijo
San Pablo: “Todas las cosas cooperan para el bien de
los que aman a Dios” (Romanos 8, 28). Todo lo que
necesitas es admitir con humildad tu miseria y elevar
incesantemente tu corazón con tus plegarias a Él. Ofrécele
toda tu voluntad y haz el propósito de aceptar, cuando menos
el día de hoy, esa pesada cruz que cargas sobre tus hombros.
Dios es Padre, Dios es bueno.
Bueno es todo lo que Él hace.
Cuando todo parezca sin sentido o sin razón, repite con
humildad, junto con María: “He aquí la sierva del señor,
hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 37-38).
¡Sí Padre Celestial, hágase siempre tu voluntad,
ya sea que me traiga dolor, pena o alegría!

Plegaria

Madre Santísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, obtén para mí la gracia de pronunciar un sincero,
humilde y resignado “sí” en mi gran sufrimiento.
Enséñame a inclinar la cabeza bajo la mano de Dios, consciente
de las palabras:
Confía en el Señor
como tu Madre Celestial te enseña,
cuanto más confíes en el Señor,
Él será más bondadoso contigo. Amén.

Ejercicio

Hoy pronuncia un “sí” de corazón a todo acontecimiento
imprevisto que te suceda.

Tercer día: EL ESPÍRITU SANTO ALABA A MARÍA POR MEDIO DE ISABEL


“Bendita seas tú, porque has creído”
(Lucas 1, 45)

En el primer día de esta novena aceptaste tu sufrimiento como
un mensaje del padre. En el segundo día trataste de someterte
a Dios, tu Padre Celestial como un niño.
Con María la bendita Madre de Dios, le has dado tu “sí”, con
la ciega confianza de que la voluntad de tu Padre ha planeado
nada menos que lo mejor para ti, 
aun cuando Él te mandepenas amargas.
Hoy presenciamos el encuentro bendito entre María e Isabel.
Nos maravillamos ante las palabras inspiradas por el espíritu
Santo que pronunció Isabel: “¿Y cómo es que he merecido
que la madre de mi Dios venga a mí? Y bendita seas
tú que has creído…” (Lucas 1, 43, 45).
¿Qué fue lo que creyó María? Creyó en el poder supremo de
Dios y nunca dudó que para lograr sus planes Él puede, incluso,
romper las reglas de la naturaleza. Realmente Él había hecho
cosas grandes e incomprensibles en María. Ella podía cargar
al Hijo de Dios bajo su corazón y llegar a ser madre sin perder
la virginidad. ¡Sí, bendita eres tú, porque has creído!
Recuerda que estas palabras inspiradas por el Espíritu Santo,
en labios de Isabel, fueron pronunciadas también para ti, sí
como María, tú también crees. El buen Dios es todopoderoso,
y está dispuesto, a petición de María, a ayudarte, si es para tu
salvación, aun sí se requiere un milagro. ¿Acaso no es ésta una
estrella de esperanza?
Que María sea tu Madre es un hecho maravilloso. Uno de sus
más hermosos privilegios de madre consiste en obtener favores
de Dios para ti. “ La Virgen María ha hecho el milagro”, ha sido
escrito miles de veces en los santuarios y basílicas de nuestra
Santísima Madre, la “Salud de los enfermos”, el “Consuelo de
los que sufren”, la “Abogada de los cristianos”.
¿Acaso no todos los Santuarios de la Madre de Dios son
testimonio de su maravilloso y grande amor maternal? ¿Acaso
no son prueba viviente de su poder? María puede, desea hacerlo
y obtendrá milagros para ti. El número de milagros obtenidos
por su intercesión es incalculable. El mismo Cristo nos exhorta
a creer fuertemente en la ayuda milagrosa de Dios cuando nos
dice: “Tengan fe en Dios. Ciertamente yo les digo que
cualquiera que diga a esa montaña: levántate y arrójate
al mar, sin dudar y creyendo firmemente en lo que
diga, lo conseguirá. Por lo tanto, yo les digo que crean
que recibirán todo lo que pidan en la oración, y les
será concedido” (Marcos 11, 22-25).
Bendito eres tú si tienes fe en Dios; por intercesión de María
te concederá lo que pidas, siempre que sea para tu bien, o te
dará fuerzas para cargar tu cruz si acaso Él, en su misericordia
infinita decide que no es para tu bien y no te lo concede.

Oración

En tu poder y en tu bondad
fundo mi vida.
En ellos espero confiando
como niño.
Madre Admirable,
en ti y en tu Hijo
en toda circunstancia
creo y confío ciegamente. Amén.

Ejercicio

Practica la confianza de un niño todo el día.


Cuarto día: RESPUESTA JUBILOSA DE MARÍA EN EL MAGNIFICAT


“Proclama mi alma las grandezas del Señor
y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”
(Lucas 1, 46-47)

¿Qué tiene que ver el himno de alabanza de María con tu
novena, y el grito suplicante de tu corazón en busca de una
respuesta a tu gran súplica? Ciertamente tú te entregarás en
un fervoroso Magnificat tan pronto obtengas lo que haz
pedido, pero ¿ahora? no, es mucho pedir. ¿Así piensas?
Con el corazón henchido de alegría María proclamó las grandes
obras de Dios. Ella no pensaba que era la predilecta de Dios.
Su alegría se desbordaba al mundo entero, cuya redención
había llegado. “Él ha exaltado a los humildes… Ha
saciado a los hambrientos con buenas cosas”
(Lucas 1, 50). Ella estaba jubilosa por el bien que vendría a
otros.
También en la vida práctica, María revelaba plenamente una
actitud de sensibilidad para ayudar a los necesitados.
Tan pronto como el milagro de los milagros sucedió y el Hijo
de Dios se hizo hombre en su vientre, Ella no permaneció
recluida para adorar al Dios de su corazón, al niño de su vientre,
sino que rápidamente se fué a casa de Isabel, donde puso
manos a la obra.
¡De qué forma tan humana se reveló la Santísima Virgen! Fue allí,
al servicio de otra persona, que cantó su glorioso Magnificat.
Tú te acercas ahora con una gran súplica. Tal vez estés
decepcionado de Dios y de los hombres, o te encuentras
atormentado por un profundo conflicto interno. O tal vez haya
muchos obstáculos frente a ti. ¿Cómo vas a tener tiempo de
preocuparte por alguien más? Tienes bastantes problemas
propios, demasiadas preocupaciones. Nadie se va a ocupar de
resolver tus problemas. ¿No es ésta tu manera de pensar? Tal
vez en ocasiones te has indignado, entristecido, encelado, o
has envidiado la buena fortuna de otros y ahora te encuentras
enojado con tu Dios.
Tal vez la Santísima Virgen te pueda dar alguna enseñanza en
su Magnificat ¿Acaso no te habla de servir y ayudar
desinteresadamente? ¿Por qué no tratar, a pesar de tus propias
penas y preocupaciones, de llevar un poquito de felicidad a
otros y de ser verdaderamente amable y caritativo con la mirada,
con palabras y con hechos? Pide por los demás. Haciendo esto
pronto descubrirás profunda felicidad en medio de tu sufrimiento,
tal como lo ha escrito San Pablo: “Yo reboso de alegría en
mis tribulaciones” (II Corintios 7, 4)

Oración

Madre Santísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, tú has cantado tu Magnificat porque el Señor
te eligió como Madre, y porque por medio de tu maternidad
te convertiste en sierva de todos. Obtén para mí la gracia de
cargar mi sufrimiento con alegría y de servir siempre a otros
con la esperanza de que Dios me conceda mi petición a través
de tu poderosa intercesión, ¡Oh Madre, Reina y Victoriosa Tres
Veces Admirable de Schoenstatt!
Amén.

Ejercicio

Trata de ser alegre y amigable en tu trabajo hoy. Usa todas las
oportunidades para servir a otros.

Quinto día: EL LAMENTO DE MARÍA


“Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?”
(Lucas 2, 48)

Tú llevas a cuestas una carga pesada. Apenas ayer, a pesar de
todas tus preocupaciones, hiciste un gran esfuerzo para ser
alegre y agradable. Tal vez trabajaste para otro hasta estar
rendido. Ahora vuelves a ser el mismo con tus problemas. Hay
algo muy dentro de ti que quisiera levantarse y exigir una
respuesta a la eterna pregunta: ¿Por qué yo? ¿Por qué he de
ser yo?…
Eso es simplemente humano, pero no debes amargarte. Además
debe servirte de consuelo el saber que la Virgen María tuvo
la misma duda: “Hijo mío ¿Por qué nos has hecho esto?”
(Lucas 2, 48). Dime ¿Hay alguna cosa que pueda hacerte sentir
más cerca de María que esta manifestación humana de
preocupación maternal, o en todo caso, todos los otros
incomprensibles hechos de su vida, aun al pie de la cruz?
Calladamente Ella estuvo de pie, sin quejarse.
Ahora tú preguntas: ¿por qué todo el terrible sufrimiento, las
decepciones, el dolor? ¿Hay algún propósito en todo esto?
Hay un verso que dice:
Cuando el dolor y el sufrimiento
tus compañeros son,
El Padre Celestial te está diciendo:
“Ven acércate a mi corazón”.
El amor de Dios hacia ti se manifiesta aún mejor ahora que ha
permitido que sufras. Por medio de ese dolor ha querido
purificarte, apartarte de la cosas mundanas y acercarte a Él. Sé
que vas a decir: “Dios me está castigando”, y crees que ya no
está de tu lado. Sin embargo, Él te ama, especialmente cuando
sufres pacientemente, porque entonces es como si cargaras su
propia cruz.
Sin embargo, deberás aceptar tu sufrimiento con verdadero
espíritu de penitencia, pues cada uno de nosotros tiene muchas
razones para pagar por sus propios pecados y por los de los
demás. Por medio del sufrimiento y del dolor puedes borrar,
aquí en la tierra, parte del castigo temporal que te espera por
tus pecados. Esto también es prueba del amor de Dios. Por lo
tanto, el sufrimiento y el dolor se convierten en peldaños de
la escalera de tu salvación y santificación.
Pero hay aún un significado más profundo en tu dolor. El dolor,
cuando se sufre resignadamente, amolda tu alma a la imagen
y semejanza de tu Salvador crucificado. 
Si amas a Jesús, como seguramente lo haces, 
¿no quisieras asemejarte un poquito más a Él?
Recuerda que a través del dolor y las penalidades de esta vida
tienes una maravillosa oportunidad para adquirir preciados
méritos para la eternidad. Algún día a la hora de morir, te
regocijarás por las ocasiones en que, como el oro, fuiste
purificado con el fuego del sufrimiento, y por los momentos
en que, como Cristo, caíste al suelo bajo el peso de la cruz.
Los momentos de placer y de prosperidad no te darán ningún
consuelo en ese momento. Pero bendito tres veces eres, 
si has soportado en unión con Dios las pruebas que la vida te ha
puesto.
Tu sufrimiento también te ofrece la oportunidad de ser un
apóstol y ayudar a la salvación de muchas almas. Podríamos
decir que la Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable
de Schoenstatt te sale al encuentro y te dice: Dame todos tus
sacrificios, dolores y penas para poder ofrecérselos a Dios. Ellos
serían fructíferos en la salvación de almas y en la reconstrucción
del mundo de acuerdo con los planes de Cristo. ¿Acaso puedes
negarle esto a la Madre de Gracia de Schoenstatt? ¿No te
gustaría llegar a ser una víctima de amor, a través de tus
esfuerzos y sacrificios, con objeto de ganar muchas gracias
para la conversión de las almas? Mira dentro de ti y fíjate si
Dios y nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable
de Schoenstatt no están tratando de despertar en ti un espíritu
de sacrificio y acción heroica.
Tal vez el significado del dolor te sea un poco más claro ahora.
Sin embargo, puedes acudir a María con absoluta confianza.
Puede ser que Dios haya permitido tu dolor para que conozcas
el poder y la bondad de María. ¡Confía en Ella como un niño!
Entre más confíes, más lo lograrás. Como dice este rezo:
Ofrécele tu dolor y tus penas a María.
Ella dará consuelo a quien en su amor confía.

Oración

Madre querida, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, en tu sufrimiento has buscado a tu Hijo y lo has
encontrado. Todo tu dolor lo has resumido en la frase:
Hijo mío, ¿Por qué nos has hecho esto? A ti traigo
todas mis preocupaciones y te ruego con todo el fervor de mi
corazón que obtengas para mí las gracias que te pido. Que la
voluntad de Dios se haga en mí sobre todas las cosas. Amén.

Ejercicio

Repite esta idea hoy: “Mi sufrimiento tiene un profundo
significado y Dios hará lo que sea mejor”.

Sexto día: RESPUESTA DE JESÚS A MARÍA


Al lamento de María en el templo:
“Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?”
su Hijo respondió: “¿No sabes que debo
ocuparme de las cosas de mi padre?”
(Lucas 2, 49)

María no estaba preparada para tal respuesta. ¡Ah, cómo la
debe haber afligido! No sabía ni que pensar. Todo el pesar de
los últimos tres días volvió a reflejarse en su corazón: las noches
de insomnio, la angustia y la incertidumbre por su Hijo
extraviado. Y luego Él con la cabeza en alto, lleno de esplendor
y divina hermosura, parado frente a Ella, dió su respuesta que
lastimó muy profundamente el fondo de su corazón maternal.
María encontró a su Hijo, pero al mismo tiempo se dió cuenta
de lo que había perdido. Desde luego que su Padre Celestial
tenía la primera potestad en el corazón del Hijo, y su corazón
maternal tenía que tomar el segundo lugar. Ella, al unísono
con Jesús, diría “sí” a la voluntad del Padre. María no pudo
comprender de inmediato lo que Jesús dijo, pero guardó
cuidadosamente aquellas palabras en su corazón.
¿Acaso tú te encuentras en una situación semejante? Tal vez
tú también has perdido un hijo y la incertidumbre acerca de
uno de tus seres queridos ha traído pesar a tu corazón. O tal
vez has perdido hogar y posesiones o has visto el sol de tu
felicidad ponerse detrás de la tumba. ¿Has perdido tu salud?
O tal vez has perdido la paz de tu corazón.
Quién sabe, ¡Tal vez a Dios mismo! Pero… ¿no sabes que tú
también debes ocuparte de las cosas de tu Padre? ¿Te das
cuenta que has perdido a Dios mismo a través del pecado
mortal? Si es así, entonces ponte en marcha, busca a tu Dios
en el templo. Recupera tu paz de conciencia por medio del
Sacramento de la Reconciliación.
Pero si lo que has perdido son bienes terrenales, entonces
entrégate completamente a la voluntad de tu Padre Celestial.
Tal vez no hayas entendido lo que Dios te quiere enseñar por
medio de este sufrimiento. Sin embargo, estás consciente de
la presencia de tu Padre Celestial sobre ti y a tu alrededor,
cuidándote. Así pues, no te enojes con Dios. Haz lo que María:
medita, reza y espera confiando en la Divina Providencia. Los
planes Divinos son planes de amor y sabiduría.
María también te comprende, especialmente ahora que te hallas
rodeado de dificultades. Mantente cerca de Dios y toma
fuertemente la mano de tu Madre Celestial. En cualquier
incertidumbre, ruégale a María:
María, yo no conozco el camino,
Tú lo conoces bien.
eso me da paz y tranquilidad
más allá de lo que yo puedo expresar.
Nada en el mundo ha sido tan claro:
El que confía en María no confía en vano.

Oración

Querida Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, obtén para mí la virtud de una profunda confianza
en Dios y la gracia de aceptar su voluntad siempre como lo
mejor y lo más alto. Yo pongo toda mi confianza en Ti y te
ruego fervientemente que nunca me abandones, y que obtengas
para mí de Dios lo que humildemente pido (menciónalo aquí
en silencio). Amén.

Ejercicio

Hoy no te quejes de los sacrificios. Al contrario, recuerda que
tú también debes ocuparte de las cosas de tu Padre haciendo
Su Sabia y Divina Voluntad.

Séptimo día: MARÍA LE DICE A JESÚS


“Ya no tienen vino”
(Juan 2, 3)

En una forma natural, sencilla y con confianza ilimitada, la
Madre de Jesús dijo: “Ya no tienen vino”. Estas palabras las
pronunció durante las bodas de Caná.
Por treinta años el Hijo de Dios había vivido desconocido en
Nazareth, siguiendo el oficio de San José. Ahora empieza a
enseñar, a hablar como alguien que tiene poder. Hasta ahora
Él no había hecho ningún milagro.
Un día, el Salvador y su Madre María fueron invitados a un
casamiento y ellos aceptaron. Cuando durante la celebración
se agotó el vino, María se dio cuenta y se levantó. ¿Acaso se iba
a despedir para evitar que los anfitriones se sintieran apenados?
No, esa no era la razón. Sencillamente se dirigió hacia su Hijo
y le dijo al oído: “Ya no tienen vino” (Juan 2, 3).
Estas palabras implicaban algo más que la simple comunicación
de una noticia. María esperaba un milagro de su hijo, y sucedió
un milagro de agua y vino. Algo sin precedente a nuestra
manera de ver. ¿No hubiera sido mejor decir vamos a casa?
Sin embargo, Ella no pensó así. Al contrario, pidió ayuda para
los recién casados.
Ésta sería la hora, cuando su Hijo haría su primer milagro – no
en el templo o la sinagoga, como se hubiera esperado -, sino
en la celebración de un casamiento. ¡Ah, qué típicamente
humana es María!
Sus palabras: “Ya no tienen vino”, deben darte tremenda
confianza. Tú no estás pidiendo vino. No, tú necesitas algo
más, te encuentras en una situación no sólo desagradable, sino
dolorosamente difícil. Un peso insoportable agobia tu alma.
Tal vez toda tu existencia, el bienestar de tus seres queridos,
o la salvación de tu alma están de por medio.
No dudes ni por un momento que María, tal como lo hizo en
Caná, se encuentra en este preciso momento al lado de nuestro
Señor, murmurándole al oído para ti: Están en dificultades y
necesitan ayuda. Tienen un problema que sólo 
Tú puedes resolver.
Si Cristo, a petición de María, convirtió agua en vino para
ayudar a los novios en su apuro, ¿crees que Él no va a escucharla
cuando María interceda por ti, siendo que tu problema es
mucho más grande?

Oración

Madre amantísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable
de Schoenstatt, ruega e intercede por mí con el mismo fervor
con el que pediste por los novios de Caná: “Señor, ya no
tienen vino”. Lleva mi gran petición ante el Señor y será
escuchada. Él me liberará de mi dolor o me dará fuerza para
sobrellevarlo. Amén.

Ejercicio

Repite hoy con nuestra Madre Santísima: “Señor, ya no
tienen vino”, e incluye aquí tus peticiones. Practica la
confianza y persevera en tus oraciones.

Octavo día: LA RESPUESTA DE JESÚS A MARÍA


“Mi hora aún no ha llegado”
(Juan 2, 4-5)

No es raro que tu corazón todavía se halle cautivado por la bella
imagen de la Virgen María en su papel de Madre verdaderamente
humana y comprensiva. Su actitud fue arriesgada cuando pidió
un milagro a su hijo Jesús: Señor, ya no tienen vino. La
respuesta de su Hijo, investido de Su dignidad divina, es
“¿Qué quieres que haga, mujer? Mi hora aún no ha
llegado” (Juan 2, 4-5).
Tal vez su corazón se haya contraído de momento ante la
respuesta aparentemente un tanto ruda de Su Hijo. Sin embargo,
María no se da por ofendida ni se esconde en el silencio del
resentimiento, como tal vez nosotros lo hubiéramos hecho.
No, Ella es firme en su manera de pensar. Él vendrá al rescate
de todas maneras. Ella no duda ni por un momento.
¿Cuál es la lección que la Santísima Virgen quiere enseñarte
en tu angustia? Sencillamente que tú debes amoldar tu actitud
a la manera de Ella. Persevera en oración ferviente. No te des
por ofendido ni te escondas en el silencio del resentimiento
porque rezaste una vez y tu plegaria no ha sido escuchada.
¿Acaso no es sorprendente ver a María, a pesar de la respuesta,
empezar inmediatamente a dar instrucciones a los sirvientes?
¡Claro, su confianza no tenía límites!
Así también tú, como María, debes esperarlo todo de Nuestro
Señor. “Da tus instrucciones a los sirvientes”; es decir, confía
implícitamente hasta que llegue la respuesta a tu súplica.
Cristo mismo nos ha enseñado esta actitud: “Un hombre
fué a casa de su amigo a media noche tocando la
puerta, y pidiendo con insistencia que por favor le
abrieran y le prestaran un poco de pan. Gracias a su
insistencia, el amigo se levantó, abrió y le dio pan,
no tanto por la amistad sino para que no estuviera
molestando” (Lucas 11, 5-13). Por medio de esta parábola
Nuestro Señor quiere comunicarte este pensamiento: Tú debes
actuar como aquel amigo que perseveró en su súplica. No
pierdas la fe, reza sin cesar, siempre esperando ayuda en tus
necesidades, aunque tengas que esperar por la respuesta.
Tú Señor, sabes el camino que debo seguir,
y eso es bastante para mí.
En tus manos confiadamente pongo las mías.
Tu plan es perfecto, nacido de un amor perfecto.
Tú sabes el camino que debo seguir,
y eso es bastante para mí.

Oración

Madre amada, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, en las bodas de Caná Tú hiciste tuya la angustia
de los novios. No dejes de interceder ante tu Hijo Divino,
también por mí. ¡Oh amantísima Madre de nuestro Señor! Yo
pongo toda mi fe y mi confianza en Ti y en la fuerza irresistible
de tu intercesión. Amén.

Ejercicio

Hoy practica la paciencia.

Noveno día: UN CONSEJO DE MARÍA


“Hagan todo lo que Él les diga”
(Juan 2, 5-16)

María aún se encuentra al lado de su hijo Jesús. Nunca se ha
desanimado ante Su palabra. Al contrario, Su fe y confianza
siguen firmes como una roca. ¡Él puede ayudar! Ella reúne a
los sirvientes y en forma muy natural les dice: “Hagan lo que
Él les diga”, y de verdad que su fe fué recompensada con
una completa victoria. Cristo hace su primer milagro.
“Hagan lo que Él les diga”. ¡Qué magnífico consejo de
labios de María! Bueno y válido en todo tiempo y para todas
las generaciones. Tal y como lo hizo en Caná, así hoy y siempre
le prepara el camino a Cristo. ¿Cuál fué la respuesta de Jesús?
María y los sirvientes se regocijan al oír sus palabras: “Llenen
las tinajas con agua” (Juan 2, 7-8). Precipitadamente
obedecen su orden. Asimismo si quieres que haya una respuesta
a tu súplica, debes limpiar tu corazón de todo pecado por
medio de una buena confesión. Debes alejarte de todas tus
relaciones ilícitas y deshacerte de la envidia y los celos. Ofréceles
la mano en señal de reconciliación a tus enemigos. Ama a Dios
con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.
Ama a tu prójimo como a Ti mismo, a aquellos que trabajan
contigo en el mismo piso, en la misma oficina o taller, y llena
las tinajas de tu corazón con agua. Ésta simboliza tus buenas
obras y la pureza de tus intenciones. Pero sobre todo, llena tu
alma hasta desbordarse con infinita confianza, así como con
la disposición de cargar tu cruz mientras Dios disponga que
así lo hagas. ¿Acaso no es ésta una parte de la respuesta a tus
plegarias? Ciertamente que sí. El Señor espera que las ofrezcas
con la mejor disposición de tu corazón.
Por lo tanto sigue el consejo de la Virgen María, “Haz todo
lo que Él te diga”. Hazlo hoy, hazlo ahora mismo y sin
titubear y ten confianza que por la intercesión de la Virgen
María, Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, el Señor escuchará tu súplica.

Oración

¡Oh, Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt!, obtén para mí la gracia de la conversión y ayúdame
a seguir fielmente los mandamientos de Dios, y a hacer Su
Divina Voluntad. No permitas que mi vida sea un obstáculo
para el cumplimiento de mi oración y los milagros de gracia
que Tú desees obtener para mí, ¡oh, clemente!, ¡oh, amantísima!,
¡oh, dulce siempre Virgen María! Amén.

Ejercicio

Prepárate hoy para una buena confesión.

CONCLUSIÓN


Has llegado al final de la novena. No ha sido fácil perseverar.
Tus plegarias han sido escuchadas, no olvides expresar tu
gratitud. Si aún tienes que esperar, no pierdas la fe. Haz tu
novena una segunda y una tercera vez, hasta que tu súplica
sea concedida. Puedes también comunicar tu petición a las
Hermanas de María de Schoenstatt, quienes hacen guardia en
la Capilla de Gracia. Ellas con gusto incluirán tus intenciones
en sus plegarias.
Si tú estás pidiendo a nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres
Veces Admirable de Schoenstatt un gran favor, puedes estar
seguro que te tiene guardado muy junto a su amantísimo
corazón. Ella contestará tu súplica en el momento más apropiado
para ti, y si acaso no alivia tu dolor, Ella te dará fuerza para
soportarlo valientemente y con callada resignación, hará que
este dolor sea fecundo. Ella transformará tu vida interior, te
dará nueva valentía para seguir adelante y una humilde
disposición para someterte completamente a la Santa Voluntad
de Dios.
De esta manera, tu alma inquieta y torturada sentirá el “milagro
de la gracia”. Dime, ¿no sería esa una razón suficiente para
volcar tu corazón en ferviente acción de gracias a María, la
Madre de Gracia de Schoenstatt?
Ella quisiera acercarte más a Su corazón y hacer de ti un apóstol
para que tú también puedas guiar a otros con más certeza a
la felicidad eterna.
Ella quisiera, con Dios, hacer una Alianza de Amor contigo.
Entrégate pues a Ella, preséntale todas tus buenas obras, tus
oraciones, tus trabajos, tus preocupaciones, tus sacrificios, tus
angustias, tu dolor y todos tus sufrimientos.
Mira, nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable
de Schoenstatt te presenta con todo lo que eres y lo que tienes
al Eterno Dios como una oración para que Él renueve al mundo
entero y lleve de retorno a la humanidad separada del Padre
Celestial nuevamente a su amor. ¿No te gustaría ayudar a lograr
ese gran deseo de tu Madre Celestial?
Entra, pues, en esta Alianza de amor con Ella.
Ciertamente que Ella te colmará con su amor y generosidad.

Oración

¡Oh, Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco todo a ti. Y en
prueba de mi filial afecto te consagro en este día mis ojos, mis
oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser. Ya
que soy todo tuyo, ¡Oh, Madre de bondad!, Guárdame,
defiéndeme y utilízame como instrumento y posesión tuya.
Amén.

Servus Mariae Nunquam Peritib
Un siervo de María jamás perecerá.

COMENTARIO FINAL



La devoción a la Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable
de Schoenstatt tiene su raíz en el Santuario 
y en el movimiento de Schoenstatt.
El Santuario original está ubicado en Alemania, a las orillas
del Rhin, cerca de la ciudad de Vallendar. Allí, el 18 de octubre
de 1914, el padre José Kentenich, junto con un grupo de
jóvenes, se consagraron a la Santísima Virgen, 
sellando con Ella una Alianza de amor.
Le pedían a María que se estableciera en una pequeña capilla
abandonada que ellos habían reparado y desde allí distribuyera
los abundantes dones y gracias que su Hijo Jesucristo le concede.
En este Santuario y en los más de 199 Santuarios Filiales
que existen en los cinco continentes se reciben especialmente
las siguientes gracias:

· La gracia del cobijamiento, por la cual la Virgen nos
acerca y sumerge en el corazón de Dios, destrozando la soledad,
la indiferencia y las relaciones frías e impersonales que
caracterizan el mundo moderno.

· La gracia de la transformación interior, por la cual Ella
educa y hace surgir en cada persona al Cristo vivo que hay en
su corazón.

· La gracia del envío apostólico, haciendo que cada
peregrino y miembro de la familia de Schoenstatt sea apóstol
en el lugar donde vive y trabaja.

Con el tiempo surgió en torno a este Santuario un movimiento
apostólico de renovación religiosa y moral del mundo y de la
iglesia. Se organiza de muchas formas y a él pertenecen jóvenes,
matrimonios, hombres, mujeres, sacerdotes y religiosas, quienes
luchan por su formación cristiana y humana, por cultivar un
espíritu de comunidad cristiana y desarrollar el apostolado.
En México el movimiento surgió en 1975 y existen en este
momento cuatro santuarios: uno en Querétaro, que fue
bendecido el 18 de octubre de 1980; otro en Chilapa, Gro.,
que fue bendecido el 19 de noviembre de 1988; otro en San
Luis Potosí, S. L. P. Bendecido el 9 de Diciembre de 2001 y
otro en Monterrey, N. L. Bendecido el 18 de Mayo de 2002.
El movimiento se ha extendido en todo el País y ya hay familias
de Schoenstatt consolidadas en Celaya y Dolores Hidalgo,
Gto.; Ciudad Juárez, Chih.; Chilapa, Gro.; Guadalajara, Jal.;
México, D.F.; Monterrey, N.L.; Nuevo Laredo, Tamps.; Querétaro,
Qro.; San Luis Potosí, S.L.P.; Torreón, Coah.; y Tuxtla Gutiérrez,
Chis., entre otros lugares.


TESTIMONIOS